Mi hermano camina conmigo
Mi hermano camina conmigo
Mi fantástico hermano Paco Calvo Guerrero falleció ayer sábado 16 de agosto de 2025. Hasta este momento no he podido sentarme a escribir. Por delante van su excepcionalísima inteligencia y su gran humanidad. Cariñoso y alegre hasta el encantamiento. Desde niño fue artista, lo ha seguido siendo durante toda su vida.
Mi hermano mayor me enseñó a hablar y a jugar. De mi lúcido padre Pedro -mi hermano, mi hermana Puchi y yo- aprendimos los primeros mandamientos: “El poder corrompe”, “El que tiene boca para hablar, tiene que tener espaldas para aguantar”, “Hay estar en el mundo, procurar no ir por la vida como las maletas”. A leer, escribir y las cuatro reglas nos enseñó mi cariñosa y simpatiquísima madre Angustias, que ni siquiera pudo estudiar el bachillerato, víctima de la guerra incivil.
En esos primeros aprendizajes ayudó decisivamente el buen hacer de la señorita Isabel, nuestra maestra en el colegio Athenea, lugar heredero “a su a manera” de la Institución Libre de Enseñanza. Lloré y lloré y me negué a ir a otro colegio que no fuera el de mi hermano. Doy las gracias al desaparecido colegio Athenea por hacer de mi hermano un estudiante brillantísimo y ordenado, amante del conocimiento y de la ciencia. Ahí aprendí yo también muy buenas cosas, especialmente a que no me mojaran la oreja. El grato recuerdo del director don Luis Rubert Candau y su esposa doña Mercedes Ontañon ha estado absolutamente presente en la vida de Paco y en la mía.
Paco me enseñó a montar el tren eléctrico, a comprender como se construyen túneles y puentes. Me enseñó a jugar al ajedrez, a las damas y a las tres en raya, siguiendo las enseñanzas de nuestro tío Aurelio, el cenecista catalán. Casi al mismo tiempo me introdujo en la destreza del juego de Kim. Me sujetó con decisión para que aprendiera a montar en bicicleta, a usar el tirachinas, a pescar con caña y carrete, a hacer nudos marineros…
Paco aprendió a tocar la guitarra solo, viendo en la televisión de los primeros años 60 del siglo pasado las clases en blanco y negro de don Segundo Pastor. Frutos, primo de padre, le enseñó de chaval a tocar flamenco en la guitarra. De mi abuela Juana aprendió los secretos del folklore castellano, con los cantares y percusiones caseras que mi abuela dominaba: el almirez, la botella de anís, las cucharas de palo, las castañuelas, un washboad mesetario hecho con huesos de pollo en escalera, el cántaro con la zapatillla... A esta abuela paterna le debemos el amor por el habla popular castellana y sus dichos. Mi abuela Encarna, que había sido cupletista, le hizo descubrir la belleza y la picardía de la canción lírica.
Ya de adulto, en la formación musical de Paco fueron esenciales las enseñanzas cuerpo a cuerpo del maestro Reverendo, que le enseñó a leer bien música. Se cuentan por docenas los instrumentos musicales de cualquier cultura del mundo que Paco aprendió él solo a manejar. La percusión latina la aprendió directamente del gran maestro cubano Tata Güines y las percusiones, el laúd y alguna danza árabe las aprendió solo o con ayuda de un gran maestro egipcio que vivía en Madrid: Shucry Mohamed, que desdichadamente recibió una severa paliza a manos de una banda de fascistas en las inmediaciones del Templo de Debod. Nuestro país es diestro en castigar a hostias o con sangre el saber de nuestros maestros. El grupo de música árabe de Paco en los años 80 se llamaba Al-Hayya; en esa bella agrupación estaban Dulce, Pilar, Lurdes, Carmen y el bailarín Fad.
Descubrí mis primeras músicas con las canciones de mis dos abuelas. Era mi hermano un incipiente bachiller cuando mi padre compró la tele en 1960, que causó sensación en el edificio porque todos los vecinos pudieron ver la boda de Fabiola y después el asesinato del presidente Kennedy. Don Pedro vino a casa con un tocadiscos al comienzo de la década. Con esa máquina maravillosa descubrí las primeras músicas de Paco: Elvis Presley, Beatles, Kinks, Rolling Stones, Trogs, Shadows, Beach Boys, Antoine, Michel Polnaref, los Salvajes, los Relámpagos, Joan Baez, Bob Dylan, Brothers Four, Kingson Trío, Woody Guthrie, Leadbelly, Pete Seeger, Atahualpa Yupanqui… Los artistas de mi madre eran Antonio Machín, Jorge Sepúlveda, Bonet de San Pedro, José Luis y su guitarra, Imperio Argentina y las tonadilleras de su quinta. El gusto de mi padre me contagió la bendición del flamenco, los tangos, la conga y “un señor negro muy gracioso” que se llamaba Louis Armstrong. Me quedé loco con Caracol, La Paquera de Jerez, Fosforito, Pepe Pinto y Chocolate. Todo eso me cayó de niño encima simultáneamente.
Mientras se afeitaba, don Pedro silbaba y canturreaba cosas. A mi hermano y a mí se nos clavó en el corazón y el cerebro esta copla que mi padre aprendió en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. En la confección de la letra pudo participar el dirigente anarquista Diego Abad de Santillán. La cantaba con música de tango:
Somos los tristes refugiados
Que de España llegamos
Después de mucho andar
Hemos pasado la frontera
a pie y por carretera
con nuestro ajuar.
Mantas, macutos y otras hierbas
Tres latas de conserva
Y algo de humor
Es lo que hemos podido salvar
Después de tanto luchar
Contra el fascismo, atrás,
y en el campo de Argelès-sur-Mer
nos fueron a encerrar pá no comer.
Y pensar que hace tres años
España entera
Era una nación feliz
Libre y obrera
Abundaba la comida
No digamos la bebida
El tabaco y el papel
Había muchas diversiones
pá alegrar los corazones
Y mujeres a granel
(Perdón por algunas expresiones de esta letra que son producto de su época y hoy rechinan con nuestra sensibilidad)
Hoy que ni cagar podemos
Sin que venga un mojamé
Nos tratan como penados
Y nos dicen los soldados
¡Alé, Alé, campó!
Por todas partes donde vas
nos gritan sin cesar
¡Alé, Alé, campó!
La bola fascinante de la música crecía y crecía. Paco intentó enseñarme a tocar la guitarra, la armónica, los bongós y el ukelele: fracasé. El cosmos no me ha llevado por ese camino.
Cuatro años mayor, Paco y este feligrés fuimos desde chavalines “boy scouts no católicos” -entonces se llamaba así la cosa-. Mi hermano me llevó al monte y me descubrió lo que era una montaña, cómo leer los mapas y seguir rastros, me adiestró en vestir correctamente las prendas indumentarias del escultismo. Me enseñó a hacer vivac en la noche bajo las estrellas, a orientarme con las constelaciones, a montar una tienda de campaña, encender el fuego con tres cerillas y a cavar “el hoyito de BP”. De eso, como tantas otras enseñanzas anteriores y posteriores, apenas recuerdo algo más que el nombre. Después de ser “totemizados”, el nombre escultista de Paco pasó a ser Víbora Libertaria; el mío, Cadernera Alegre. Dejo para vuestra agudeza la libre interpretación de esta nomenclatura.
El primer libro en mi mente de Carlos Marx lo encontré en un bolsillo de la chaqueta de Paco, el segundo de don Carlos y Engels encima de su mesa de dibujo. Estudiaba el genio hasta muy tarde. Dormíamos en la misma habitación y cuando se metía en la cama a las tres o más de la madrugada me decía: “Perico, ¿estás dormido? Quiero hablar. Es que he descubierto que…” Yo le contestaba: “Estoy dormido, Paco, y mañana tengo que ir al colegio, pero te escucho”. Me arrancaría ahora mismo las orejas con las dos manos por volver a ese momento.
Paco abrió la puerta en casa al estructuralismo, Sausure, Lévi-Straus, Lacan… Los saberes paralelos de Althusser y Mandel fueron estudiados y disfrutados como si fueran pesquisas de Sherlock Holmes. De su pasión por la profesión de arquitecto, nuestra casa quedó invadida por la gente de la Bauhaus, por una esquina estaba Walter Gropius y por la otra Le Cobusier. Su proyecto de fin de carrera fue un teatro multiuso con una bellísima geometría plateada. La maqueta de ese teatro la hicimos Ángel Alonso (Murciélago Oscuro) y este menda. La obsesión de Francisco Calvo Guerrero era construir viviendas sociales y lo hizo hasta que este país se volvió más imbécil y se empeñó en dar la espalda a las gentes populares con la loca peste del neoliberalismo.
La pasión de aprender ha sido una constante poliédrica en la vida de Paco, defensor del “como es arriba es abajo” de Hermes Trismegisto y activista de la Revolución Cientifico-Técnica. Devoraba libros de cosas de tecnología, arte, ciencia y folletos de instrucciones. Tenía un sentido del humor estupendo con nuestra ignorancia. Todo lo que necesité en cuestiones técnicas me lo solucionó con generosidad, aunque no supiera de qué se trataba. Estudiaba lo que hubiera que estudiar y asunto arreglado. Una vez me llamó el poeta Leopoldo María Panero, cuando andaba en los afanes de montar la Internacional Enana, para captar a Paco y que se ocupara de los sabotajes. Cosas de la poesía non sense y la matemática demente. Se lo conté a Paco y se mataba de risa.
Las máquinas y las músicas que Paco ha estudiado son innumerables. Dibujaba maravillosamente, a lapiz, a pluma y a bolígrafo. En el manejo repentino de la acuarela aprendió mucho de Margarita Bernis. Se rió otro tanto con Tomás Rodríguez Rapún -el tío Guasas le llamaba- que avivó su afición por la encuadernación. Sabía cosas insospechadas: magia de cerca, hipnotismo, hacer cartas astrológicas, hacer punto, cortar el pelo, limpiar el motor de la moto, inventar la caja tritesticular…
Al principio de los años 70 decidió Paco que teníamos que mejorar el tocadiscos. Compró uno totalmente desmontado y lo montó él solo con el libro de instrucciones y los planos, soldando piececita a piececita con sus preciosas manos de músico y dibujante. La música de ese aparato nos hizo felices durante muchos años.
Tengo que parar por hoy el relato de los fraternales prodigios “paquíticos”.
Intuyendo hace unos días el mal pronóstico de su enfermedad, Paco me hizo un par de encargos y nos pidió a mi hermana y a mí que cuidáramos de su mujer Mar y de su hijo Pedro. Lo hacemos. Quiso dictarme una despedida para los familiares y amigos. No dio tiempo. Tampoco dio tiempo a recoger la gracias personalizadas para todos los amigos que le brindaron su cariño en los diferentes grupos de personas que fue conociendo e integrando en su vida, conformando su andadura: militantes de izquierda y el movimiento vecinal, músicos, arquitectos, danzantes, pasacallistas, faranduleros, compañeros de escena, billaristas, gentes de la palabra, amantes de la sierra de Guadarrama… No perdió el humor y pude grabarle en el hospital una performance con un par de imitaciones humorísticas de los periodistas Ekaizer y Villarroya. Es de partirse la caja y faja.
Quedan muchas cosas fundamentales por contar. Paco ahora está con mis padres, más dentro de mí si cabe. Mi hermano camina conmigo. A los cuatro nos lleva de la mano mi maravillosa hermana Puchi. Su familia y amigos tenemos a Paco en un altar.
Salud y buena suerte para todos. Os abrazo.
Madrid, 17 de agosto de 2025
Pedro Calvo Guerrero.
(Continuará)

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