Flamenco en el Ateneo, "Tradición y Vanguardia"

 

 

Todas las fotos son gentileza de Paco Manzano.

 

Felices, alibles jornadas en el ciclo “Flamenco en el Ateneo”. Terminaron el pasado sábado y han precedido a la cabalgata de espectáculos Suma Flamenca 2025 en Madrid. Una mesa redonda, “Tradición y Vanguardia”, subió el telón teniendo como estrellas figurantes a los magníficos y magníficas José Luis Ortiz Nuevo (Alquimista de la palabra y del conocimiento), Ángeles Toledano (Niña de la Sangre Nueva), José Manuel Gamboa (Niño de los Cronicones) y Ángeles Castellano (Niña de las Sandías). Servidor, Niño de los Corrillos, moderó el evento.

 

 

En esa mesa redonda, Ortiz Nuevo realizó una formidable performance flamenca (género personal que en José Luis siempre es flor nueva de flamenco viejo). Dijo que no conocía a la señora Pureza, que nunca se había encontrado con la señora esa. Explicó en dos gestos epistemológicos la naturaleza de los dos grandes estilos del baile flamenco, tangos y bulerías. Puesto en pie, teatralizó la bulería haciendo una incitante curva en forma de ese con el cuerpo ondulante, un brazo arriba y otro abajo. Escenificó  los tangos agarrando la tela de la bragueta del pantalón con la mano derecha, estiró hacia afuera y empalmó  meciendo las caderas adelante y atrás.

 

Dijo cosas tremendas acerca de cómo la política y las instituciones andaluzas intentan tutelar el flamenco hasta con leyes que abochornan. Pidió derogar del Estatuto de Autonomía andaluz la parte que neciamente legisla: Corresponde asimismo a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz”.  

 

Este cura apoya la moción derogadora de las “competencias exclusivas” del aparato politicastro en los predios del arte.

 

Los libros de Ortiz Nuevo despliegan tremenda y útil maquinaria intelectual. Aportan  datos, razonamientos y explicaciones del devenir flamenco. Frente al público del Ateneo, José Luis dramatizó con toda su corporeidad, guasa paradójica y palabra apasionada el fundamento flamenco, sus mezcolanzas continuas y la evidencia de un arte que nunca ha dejado de crecer hacia la vida. Habló con esa voz zaratústrica de la manía de querer matar el flamenco en cada época proclamando su extinción. En relación a esta muerte tan anunciada y no ocurrida, José Luis Ortiz Nuevo recordó que ya se proclamaba su defunción en el siglo XIX, antes siquiera de que existiera  la palabra flamenco y se utilizara como marca de este género artístico.  Dijo que la vida del flamenco está muy ligada al ferrocarril, a los guiris, porque fueron los turistas del XIX -en formato viajeros románticos de la Europa que en el mapa está justamente encima nuestro- quienes con su dinero crearon la indispensable tradición paganini en fiestas y espectáculos. Los turistas, entre  gentes de la bohemia y aficionados caninos, han hecho posible que los profesionales del flamenco puedan mantenerse como artistas. 

 

Resumen: si el papel de la vanguardia se asume como fuente de vitalidad en todas las artes, es una cosa muy ciega -un prejuicio necio diría yo-  que al flamenco se le niegue la capacidad de evolución.

 


José Manuel Gamboa con su habitual artillería de datos, testimonios, dimes y diretes, abundó un día antes que Ortiz Nuevo sobre esos corsés que, empecinados,  niegan al flamenco el pan y la sal de una vida en perpetuo movimiento.

Dijo Gamboa que vanguardia en el flamenco es todo aquello que a la afición purista le molesta, alarmada siempre ante el peligro inexistente de extinción: “El flamenco puro de hoy es resultado de la decantación de toda su larga historia de impurezas, de vanguardias, modas y demás circunstancias musicales medioambientales. El buen aficionado ha de ser consciente de que cualquier tiempo pasado fue pretérito imperfecto y, por igual, de que el ser terráqueo sabe tropezar de nuevo con la misma piedra”.

No pude estar -y ya lo siento- en la conferencia de Pedro G. Romero: “El flamenco, antes y después del flamenco”. Y por las mismas me perdí el concierto complementario de Sebastián Cruz, Raúl Cantizano y Marco Serrato.

Turno de los artistas 

 

 
Fenómenos y contundentes fueron los  artistas flamencos que ilustraron con su arte estas conferencias. El guitarrista Salvador Gutiérrez estuvo elegante y venturoso ofreciendo fragmentos de su primer disco en solitario “11 bordones”. 

 
De rodillas me pongo ante la poética naturalidad del cantaor malagueño Al-Blanco, acompañado del vibrante toque de El Peli. Al-Blanco hace los cantes con una dulzura de riesgo, mortal y placentera. Envueltos en mucha ternura están los ecos de Marchena y Morente. Al-Blanco canta unas letras hermosísimas y las hace con un buen gusto conmovedor. De su primer disco “Me lo sopla el viento” dejó perlas de gozo duradero. Por ejemplo, este “Lamento colombiano”:
“No volví a pisar tu calle
Desde el día de tu partida
Ni me asomo a la ventana
Desde la que te veía
Tampoco muevo la silla
En la que me sonreías
Yo a tu vera me sentaba
Y en tus piernas me dormía
Y por eso los lamentos
Me brotan del corazón
De tus besos sigo preso
Nuestra casa es mi prisión”
 
 
La guitarra de Alejandro Hurtado viaja a los confines de los grandes maestros de la sonanta: Julián Arcas, Niño Ricardo, Ramón Montoya”... Hace maravillas  Hurtado  con las piezas históricas de autor, añadiendo un plus personal que te deja perplejo con el arte de poner una piel nueva y palpitante en una vieja ceremonia. Guitarrista todopoderoso, Alejandro Hurtado se despidió con la sublime “Jota Tárrega”, del gran maestro clásico decimonónico  Francisco  Tárrega. Sea en temas simbólicos de la tradición o en creaciones propias, la guitarra flamenca de este alicantino audaz, cabal y portentoso suena como su dulce dueño: un  enamorado de la tradición que hace brotar arte en primera persona. Sublime es la palabra, porque lo sublime está en la ley de Alejandro Hurtado.
 

En mi turno de exposición sobre “Tradición y Vanguardia” dejé caer algunos periquismos:

 

Tradición en este arte  es lo que generaciones anteriores dejan como legado a las futuras, o lo que las generaciones futuras recogen del pasado, que no siempre es lo mismo en cada presente.  Vanguardia en el arte se supone que es la creación rompedora. Pero las palabras sin contexto siempre son engañosas.

 

Las palabras colgadas de sí mismas suelen ser engañosas. Coincido con el gran historiador José Álvarez Junco, cuando en su obra magna “Mater Dolorosa” afirma -pido perdón por el esquematismo con el que  lo resumo- que  eso que llamamos tradiciones en la España actual suelen ser invenciones  del nacionalismo imperante en nuestro siglo XIX. Así que la palabra tradición suele estar acompañada por un rancio cortejo con pulsión inmovilista.

 

Por su parte, la palabra vanguardia tampoco está libre de sospecha. Proviene del sustantivo francés “avant-garde”, que sirve para señalar a las avanzadas que van delante de los ejércitos. Y este origen militar resulta extraño cuando lo aplicamos al arte. Las vanguardias artísticas aparecen en el arte europeo en las  épocas convulsas de finales del siglo XIX y principios de siglo XX, con movimientos como los simbolistas franceses, los modernistas de ambos lados del Atlántico, impresionistas y expresionistas,  cubistas, futuristas o  surrealistas. La proliferación de istas e ismos es incesante.

 

Desde mi experiencia y mi visión del género flamenco y sus artistas, se da la paradoja de que los grandes creadores del flamenco están tan chalados por la tradición como locos amantes son de la invención personal. La creación feraz siempre es vanguardista -lo llame cada uno como lo llame-. Esta genial cohabitación está en los grandes creadores del género en la primera mitad del siglo XX: Chacón, Manuel Vallejo, Manuel Torre, Niña de los Peines, Tomás Pavón, Pepe Marchena,  Manolo Caracol, Pilar López, Antonio Ruiz “El Bailarín”, Manolo Caracol, Niño Ricardo, Ramón Montoya, Sabicas…  Y para mi generación, genios primordiales son Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Antonio Gades, Enrique Morente y Camarón de la Isla. Gracias a estos últimos  creadores colosales  se ha podido configurar el paradigma del flamenco de finales del siglo XX y de este siglo XXI.

 

Voy a robarle una provocadora sentencia al enorme escritor británico y mumbaikar Rudyard Kipling, cuando afirmó:

 

La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén”.

 

 Pongo acento imperial, cambio un par de  palabras tótem y me despido diciendo:

 

“Tradición y Vanguardia, esos dos impostores”.

 

 

Disfruten con el arte amoroso de  Al-Blanco y El Peli... 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                              

 

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