Festival de la Guitarra Flamenca, Madrid. Mesa redonda: «Sabicas. Un nuevo sonido en la guitarra flamenca»

 

 

 


Estuve al comienzo en Madrid del Festival de la Guitarra, organizado por la Suma flamenca. Me tocó moderar una mesa en la que estaban el gran maestro Víctor Monge “Serranito”, el músico, productor y estudioso del flamenco José Manuel Gamboa, Mario Manuel Escudero (hijo del gran maestro de la guitarra flamenca de concierto Mario. Escudero) y el virtuoso y humanísimo guitarrista Alejandro Hurtado. Luego disfrutamos un con la guitarra Javier Conde muy centrado e inspirado. Un viaje hacia Sabicas que Javier rubricó con una interpretación fantástica de lo que Sabicas hacía con la marcha "El sitio de Zaragoza".

En esta segunda edición del Festival se homenajea una figura legendaria: Agustín Castellón “Sabicas”, que hizo a la guitarra flamenca de concierto sublime y universal desde la Gran Manzana de Manhattan. A Sabicas la Guerra Incivil le empujó vía Portugal hacia Argentina en 1936. Llegó a Buenos Aires formando pareja artística con la mítica bailaora Carmen Amaya, y en Argentina se quedaron. Luego saltaron a La Habana y de allí Sabicas marchó a México en 1950. Pero el maestro sintió la llamada de la ciudad de Nueva York, donde permaneció como un inigualable faro flamenco desde 1956 hasta la fecha de su fallecimiento, el 14 de Abril de 1990.

Quiero dejar una pincelada personal de la faceta humana de Agustín Castellón “Sabicas”. El 10 de junio 1989 se celebró un gran homenaje a Sabicas en el afamado recinto neoyorquino Carnegie Hall. De España partió un estelar piquete de flamencos de tronío encabezados por Paco de Lucía y Enrique Morente, junto con sus compañeros Ramón de Algeciras y Montoyita. La generación más jovencísima estuvo representada por Jerónimo Maya, que todavía era un niño deseoso de que fuéramos a comprar una maquinita Game Boy. Lo hicimos. Alguien pensó que era oportuno enviar a un servidor para contar aquello y allí que fui yo a Nueva York.

El maestro Sabicas me pareció un hombre entrañable, extraordinariamente cercano y cariñoso, que hablaba con una voz muy suave. Estuve esos pocos días a su vera cubriendo una importantísima misión.

“¿Hijico, tú me podrías conseguir un helado de fresa?”, me pedía Sabicas. Y ahí que iba yo a la caza del helado de fresa por Manhattan varias veces al día. Debí cazar una docena de cucuruchos de fresa por lo menos. Alguien preguntó al maestro cómo había sido su actuación con Carmen Amaya en la Casa Blanca, invitados por el presidente Franklin D. Roosevelt en 1944. Y el maestro contó que en ese viaje fue la primera vez que se subió a un avión y que le daba mucho miedo, porque Sabicas había visto en el cine que esos aparatos se daban la vuelta para abajo mientras estaban en el aire. Y dijo, todavía sorprendido: “No he visto mujeres más malas: las azafatas. ¡Qué mujeres más malas! Querían amarrarme con un cinturón al asiento. Y si el avión se daba la vuelta, hijico, me iba a quedar colgando con la cabeza para abajo y los pies arriba”.

Sabicas era un hombre genial arriba y abajo del escenario.

 


 
 

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