Delicias redobladas, Suma Flamenca 2025 (2)

 



 

Días y noches de abundancia flamenca. Mucha gloria  en el tramo final de la Suma Flamenca. Una semana de traca memorable. Antonio Gómez “El Turry” el miércoles y Mayte Martín el domingo, dos conciertos con  enjundia soberana y marcadísima personalidad. Por la sala Roja Concha Velasco de los Teatros del Canal   pasaron  el aire de José Mercé,  el baile no binario de Manuel Liñán, la danza alumbrada de Rafaela Carrasco y los encuentros  en la tercera fase del bailaor José Moya. Unas vistas estupendas. Un horizonte dibujado con el buen ojo y mejor oído de Antonio Benamargo, director paciente y discreto de Suma Flamenca.

 

José Mercé

 


 

 

Como acostumbra en estas últimas décadas, José Mercé, cantaor de enormes facultades,  llegó a Madrid en plan divo y ofició como tal. Tiene conquistado Mercé un público que acepta con igual devoción el cante clásico del jerezano como sus escapadas al territorio crossover de la canción:  “Al alba” y “Aire”, que  piezas estrella con las que finalizó un recital sin complicaciones novedosas.

Arrancó el jerezano con la malagueña de Enrique El Mellizo “Era en el mundo enviable”. Extrañeza me causó  escuchar esa noche los cantes de Mercé saliendo como a tirones, con unas respiraciones  de corriente alterna. Por este rumbo siguieron la soleá de Juan Talega “Los barandales del puente”, la seguiriya de Tomás Pavón “Reniego yo”, el cante siempre conmovedor de José por la pérdida de sus niño Curro, los fandangos igualitarios  “Nadie es más grande que nadie”, las  desoladas alegrías “El cielo se me nubló”, los tangos de la Niña de los Peines “Dame doblones” y las trémulas bulerías del enorme bohemio jerezano Luis el de la Pica.

Él llega tarde
Se mete en la cama
Me mira y no dice ni media palabra
Supongo que si habla será con la almohada
Quizás pa él yo soy un poco de nada”

En los bises llegó el Mercé de mayor éxito popular. Un lugar especial merece la recreación que José hace de “Al Alba”, esa canción de Luis Eduardo Aute tan cargada de historia. El pasado 27 de septiembre se cumplieron 50 años de los cinco últimos fusilamientos firmados por el criminalísimo dictador Francisco Franco, ya terminal pero sediento de sangre. Esos muertos merecen que no los olvidemos. Es bueno y oportuno recordarlo después de tanto tiempo, porque “Al Alba” es tanto una canción de amor como de horror. El público la pide, Mercé la canta y los escribas dejamos constancia de cómo las tragedias de la vida, bárbaras injusticias, son los duendes reales que alimentan  al arte. 

“Miles de buitres callados
Van extendiendo sus alas
No te destroza, amor mío
Esta silenciosa danza


Maldito baile de muertos
Pólvora de la mañana

Presiento que tras la noche
Vendrá la noche más larga


Quiero que no me abandones
Amor mío, al alba
Al alba, al alba
Al alba, al alba

Al alba, al alba
Al alba, al alba”

 

Más acá de la forma de respirar los cantes, José Mercé rubricó el éxito ante su público con sus célebres bulerías “Aire” y con los fandangos finales “No puedo más”. Aplausos encendidos en el público.

 

 


 

Alegro Soleá de E. Morente y A. Robledo. El Turry,  Juan Carlos Garvayo y Manuel Busto.

 

 


En el balcón flotante. A la sorpresa grata de Ángeles Toledano el primer día de  la Suma hay que añadir el triunfo absoluto de Antonio Gómez “El Turry”, asumiendo de maravilla la actualización del rompedor legado de Enrique Morente. La tensión entre la tradición y lo nuevo es una constante del flamenco. Quede claro que atreverse con Morente es mucho atreverse, porque hay que cantar de gloria, con inteligencia y mucha verdad para no salir trasquilado. Hizo primero El Turry  un tramo de cantes a la manera clásica morentiana con la guitarra de Marcos de Silva. Sonaron la vidalita, las alegrías “El agua no la aminoro”, los cantes por malagueñas y esa joya por granaína con letra de Francisco García Lorca, hermano de Federico, y con la música sublime que Morente acertó a ponerle.

 

“Y de pronto no estaba
El pájaro en la rama
Y de pronto no estaba
El árbol en silencio
Pero de pronto el viento
La tarde está en mis hombros
Y de pronto yo solo
Un pájaro en el viento
Me trae tu recuerdo

Ay recuerdo
Un pájaro en el viento
Me trae tu recuerdo
Y creyendo estar solo
De pronto yo miraba
Con la luz de tus ojos”

 

Inmerso El Turry por completo en la inspiración morentiana. Ese suspense interior, esas arquitecturas tonales jugando al juego favorito de Enrique. Hasta las manos de El Turry danzaban con la gráfica expresión del maestro.  Como si al exponer la voz a los laberintos de  Morente  todo el cuerpo de Antonio respondiera en sintonía con la mímica del creador del Albaicín. Lo que hace El Turry tiene grandeza y delicadísima personalidad. El disco “Nazarí” (2024) da cuenta de esta transustanciación morentiana. Hacer los cantes de Morente con solvencia cabal no significa disolverse en la fotocopiadora.

 

Lo comprobamos con una fuerza y un riesgo increíble con la versión de “Alegro Soleá” que hicieron en Madrid El Turry en estado de gracia, el poseído pianista Juan Carlos Garvayo, el encantado director musical Manuel Busto y el enrolladísimo buen hacer de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.  La calidad y la emoción fueron de tal calibre que el público rugía de gozo a cada momento, levantado de las butacas  por esta sublime asunción de la obra morentiana.

 

Morente y el compositor Antonio Robledo (alter ego del alemán Armin Janssen) crearon “Alegro Soleá” en 1990 para la Bienal Flamenca de Sevilla por encargo de su director José Luis Ortiz Nuevo. La obra consiguió grabarse en Francia con la Orquesta Sinfónica de Europa, junto a una composición anterior, “Fantasía”, que había sido alentada en Madrid por la culturalmente inquieta alcaldía de otro Enrique, el viejo profesor Tierno Galván. Morente compró los derechos de la grabación en Francia y editó él mismo esta doble obra  en su sello Discos Probeticos.

 

Morente, entre sus muchas aventuras creativas,  trajo el mundo sinfónico al flamenco. “Alegro Soleá” tiene poesía popular reelaborada por Enrique y asentada en los versos cumbre del poeta Pedro Garfías, republicano, exiliado  y muerto  en México en 1967. Con España hecha trizas por el golpe criminal de Franco, muchos españoles quedaron hechos trizas también. Pedro Garfias pasó de la poesía de las trincheras a sumergirse en el alcohol. Suyos son los versos iniciales y finales de “Alegro Soleá”, que dice así al principiar:

 

“Desde mi balcón flotante

Fui colgando tus besos

Y ahora todas las noches

Me repican con el viento”

 

Tiene  Garfias un lirismo embelesado. Y tiene también mucha verdad en la desesperación.

 

“Él iba solo

tambaleándose. 

Borracho de amor

borracho de hambre,

borracho de alcohol,

borracho quién sabe.”

 

Y estaba la propia lírica de Morente adaptando la poesía popular:

 

“Olvídame, pero advierte

que soy piedra y pueda ser

que algún día en mí tropieces

y en mí vuelvas a caer.”

 

El Turry encarnó a Morente con  poderío total. El impacto de su tremenda voz en el contexto sinfónico me ha calado muy hondo. Desde la dulzura al delirio, Morente vive. Y hoy El Turry es su profeta. Los feligreses decimos amén.

 

 


 

 

Manuel Liñán

 


 

“Bailaor@” es el nombre arrobado que Manuel Liñán le ha puesto a su recital de baile. Un espectáculo para un bailaor en solitario. El cuerpo de Liñán, bailando en género no binario,  evoluciona con la música flamenca que ponen el guitarrista Francisco Vinuesa y las cinco voces de los cantaores Juan de la María, José Manuel Fernández, Miguel Heredia, Manuel de la Nina y Sebastián del Puerto. Lo que hace este grandísimo bailaor vestido de mujer tiene un sentido sincero, con grandeza evidente.

 

“Bailaor@” empieza con humorístico juego de sillas y los cinco cantaores entreverándose por alegrías. No ocurre mucho, pero siempre es un disfrute escuchar cante flamenco realizado a coro con diferentes voces. Alegrías, vidalita, guajira… Cada número tiene un vestuario especial. Desde el arranque puesto en mujer con traje de flamenca, pechos postizos, peluca y mantón de Manila, la sensualidad polivalente de Liñán desemboca queriendo cortar la hierbabuena con la cabeza pelada.

 

El juego de apariencias no enmascara la identidad del bailaor granadino. El espectáculo tiene descaro y apego al genero personal. Arrebatador Liñán bailando por tangos con camiseta de tirantes y un injerto de pantalones con medio falda de vistosos retales. Los cantaores hacen una guasa escenificando los movimientos del baile puesto en hombre, según los mandamientos del gran maestro Vicente Escudero. Tiene guasa y tiene miga esa broma de estilo, que Liñán baila con una chaquetilla torera de brilli brilli. Flamenco glam con el arte descomunal de un bailaor fuera de serie, con una forma física y una técnica grandiosas.

 




 

Rafaela Carrasco

 

  

“Creaviva” es un espectáculo que parte de la soledad del creador. Pero la bailaora Rafaela Carrasco no ha estado sola en la concepción de esta obra, que cuenta con la colaboración del poeta y dramaturgo Álvaro Tato y los compositores Jesús Torres, Pablo Martín Jones y Antonio Campos. Flamenco cohabitando con el folklore. Gema Caballero y Antonio Campos están en el cante transcultural. Y las guitarras están en manos de Jesús Torres y José Luis Medina. Pablo Martín Jones gobierna las percusiones.

 

Rafaela Carrasco, Premio Nacional de Danza 2023,  utiliza una fiesta de vestuario. Faldas de volantes que se van delante del respetable y aparecen vestidos reversibles. Un recurso original y muy eficaz para que Rafaela baile con ese cante exquisito de Gema Caballero, que va de lo flamenco al folklore mientras suenan versos del mundo clásico grecolatino y se convocan las musas. Pablo Martin Jones es hijo del guitarrista estadounidense David Serva, que se nacionalizó flamenco. Profesor en la Escuela de Música Creativa de Madrid, Pablo sabe  del jazz y hasta de las jotas asturianas, que toca en este espectáculo manejando muy potente el pandero cuadrado.

 

Hay mucho refinamiento en los bailes de Rafaela, asumiendo la mezcla del arte flamenco y el folklore con naturalidad. Las cantiñas con los “dientes que son granitos de arroz con leche” enlazan sin problemas con unas  sevillanas bíblicas. Baila con mucho gusto Rafaela, dejando asomar la potencia costumbrista de Manolo Caracol cuando cantaba por bulerías:

 

El maldito cardenero

El maldito cardenero

Tiene un ojo de cristal

Que le deja ver que me van a dar”.

 

Las piezas del espectáculo se ensamblan y  suceden como en un musical de Broadway. Pero estamos en esta tierra, cerquita del corro donde los niños juegan.  Al final volvió el eco de la Niña de los Peines por alegrías:

 

“Por el perejil
Fue mi niña a la plaza
Por el perejil
Me ha traí'o calabaza”

 

 

 


 

José Maya

 


 

 

“Lejano” es un espectáculo donde el bailaor madrileño José Maya explora los límites del baile en una especie de Twilight Zone flamenco. Sale a escena Maya con una música cósmica brotando del formidable violonchelo del eslovaco Batio Hangonyi. El resto de la compañía se mueve como replicantes y todo tiene un ambiente como de Encuentros en la Tercera Fase. Suena ese trovo-taranta que Morente encontró en la dimensión desconocida de Pepe Machena:

 

Dime el hombre por qué muere

y el sol se da en alumbrar,

los astros por qué se mueven

y el mundo en qué ha de quedar”.

 

 

Los flamencos se recortan a contraluz. Mucha oscuridad en el espectáculo de José Maya, un bailaor que también canta con garra y sentido. Pero en medio de estos futurismos la petaca del micro se soltó y le jugó una mala pasada. Tuvo que utilizar recursos del ilusionista argentino René Lavand, ocultando el aparatito en la mano izquierda como si nada.  

 

Vuelve una otra vez sobre sí mismo José Maya, bailando con una fuerza tremenda lo que admirablemente cantan Ismael “El Bola”, José “El Calli” y Delia Membrive. En la percusión está Lucky Losada.  Bulle futurismo: negro, blanco y gris. El sudor de Maya torna lo negro en gris, buscando su centro, encontrándolo con humanísimo tiento. Suena la soleá de Mairena.

 

“La tierra con ser la tierra
se comerá mi dolor;
al pie del almendro estuve
y no le corté la flor.”  

 

Baile expresionista y un mensaje final de José Maya: “El cante es una brújula hacia lo lejano. La identidad vive en la memoria”.


 


 

 

Mayte Martín

 


 

 

“In illo Tempore” fue el último espectáculo de la Suma. Lo hizo la cantaora Mayte Martín en la Sala Roja Concha Velasco de los teatros del Canal. Un recital íntimo con algunos cantes que conforman la memoria de Mayte. Comenzó el muestreo con un tributo a La Niña de la Puebla y Adelfa Soto, cantando “Los campanilleros”, primero con letra navideña para enlazar con la luctuosa protesta bíblica:

 

“A la puerta de un rico avariento Llegó Jesucristo y limosna pidió Pero en vez  de darle la limosna Los perros que había se los azuzó Y Dios permitió, que al momento Los perros murieran,
Y el rico avariento pobre se quedó”.

 

Siguió Mayte con la “Zambra de la Tana” y la oscura petenera de la “bella judía, tan compuesta y a deshoras”. Si se quiere tocar lo más jondo, arriesgando por la difícil vía de la delicadeza, una buena opción es la seguiriya “El reniego” de Tomás Pavón. Cantó Mayte con un gusto, una enjundia, una profundidad y una elegancia que te dejaban enamoriscado con su arte. Salen los cantes con una suavidad de alma que no parece mortal.

 

No me lo esperaba, pero de repente  se apareció la gran poesía de alguien que Mayte categorizo también como flamenco: Atahualpa Yupanqui. Y me arrodillo, porque sonó con su verdad telúrica la “Milonga del solitario”.

 

“Toda la noche he cantado
con el alma estremecida,
que el canto es la abierta herida
de un sentimiento sagrado,
a naides tengo a mi lado
porque no busco piedad,
desprecio la caridad
por la vergüenza que encierra;
soy como el león de las sierras,
vivo y muero en soledad”.

 

La guitarra maestra del jerezano José Gálvez acompañói de locura, yendo al tuétano y la síntesis hechizada. Un pilar que se hace caricia para la victoriosa voz de Mayte. Muy bien elegidos también los otros dos guitarristas: Ángel Flores y Antonio González. Muy fino el contrabajo de Miguel A. Cordero; y absolutamente sutil, con un minimalismo  mágico a lo Billy Higgins, el percusionista barcelonés David Domínguez.

 

Exquisito igualmente el recuerdo por sevillanas a Manuel Pareja Obregón. Tampoco me esperaba esa fiesta con la mejor inspiración andaluza de “El lenguaje de las flores”, poema de Federico García Lorca que aparece en su obra teatral “Doña Rosita la soltera”.  Morente musicó y cantó esos versos con un entendimiento y un arte de locura. Mayte Martín se metió en ese jardín cuántico y salió dándolo todo como una diosa.

 

“Abierta estaba la rosa
con la luz de la mañana;
tan roja de sangre tierna,
que el rocío se alejaba;
tan caliente sobre el tallo,
que la brisa se quemaba;
¡tan alta!
¡cómo reluce!
¡Abierta estaba!”

 

Mayte Martín regaló un concierto de sensibilidad extrema, de loco compromiso con el lado todo poderoso de su arte. Sonaban sus cantes con una perfección milagrosa. Me llegaba esta sobredosis de belleza al tiempo que creí percibir como una angustia agarrada a los fondos de Mayte. Acabado este histórico recital, con su crecida de tensión y control, los ojos de la cantaora se anegaron de lágrimas por la felicidad de haber entregado su mejor flamenco. El arte, sin duda, cura.

 


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