Suma Flamenca Joven, divino tesoro


La juventud, divino tesoro, está en boca de muchos, pero muy pocos le dan su sitio, le reconocen su derecho a estar y hacer. Suma Flamenca Joven va por su cuarta edición abierta a los artistas menores de 30 años. La respuesta ha sido plena tanto de arte como de público. Todos los días entradas agotadas, todos espectáculos estupendos. Solo hay que vivir el flamenco desde dentro y sin anteojeras para  detectar este nicho y darle su sitio: los Teatros del Canal. Los artistas le dan las gracias a Antonio Benamargo. Antonio  ve lejos, porque el director de la Suma sabe sumar. Hay que agradecérselo.

 

Parada para la agudeza visual. En este feliz ambiente de estupendismo flamenco se produce una paradoja: el público que llena los espectáculos, en gran parte, ya tiene una edad. Al margen del perreo y del twerking, parece que los jóvenes no buscan a los jóvenes. Le ocurre al flamenco y le ocurre al jazz, las audiencias más jóvenes hoy no están por la labor. Y una buena explicación de esta paradoja viene de labios de un  coloso del jazz: Herbie Hancock. Donde Hancock dice jazz pongan ustedes flamenco y verán como la cosa se aclara:

 

La música ya no importa. La gente ya no se preocupa por la música misma, sino por quién hace la música. El público está más interesado en las celebridades y en cómo cierto artista es más famoso que la música. Cambió la forma en que el público se relaciona con la música. Ya no tiene una conexión trascendental con la música y su calidad. Sólo quiere el glamour. El jazz no quiere ser parte de ello. ¿Sabes por qué? No se trata de humildad, o arrogancia, una postura "no queremos ser famosos, somos ‘underground’”, Nada de eso. El jazz es sobre el alma humana, no sobre la apariencia.”


Viñeta flamenca de actualidad. Tiene que ver con el pensamiento de Hancock traducido a la experiencia flamenca, que “es sobre el alma humana, no sobre la apariencia”.  En la tercera gala de la Suma Flamenca Joven, la cantaora Gabriela Giménez arrancó la granaína con un doliente ¡ay! Al escuchar ese gemido, una niñita sentada delante mío le pregunto rápida a su papá: “¿Qué le pasa?”  Y el padre la tranquilizó diciendo que la cantaora estaba bien, que esto del flamenco es así. La representación del dolor en el cante flamenco conlleva un vector cierto de realidad.  El flamenco sin credibilidad en los sentimientos sería una bobería ininteligible.

 

Cada jornada de la Suma Flamenca Joven han estado repartidas en tres tercios: toque, cante y baile. Todas las veladas han tenido un alto grado de interés e intensidad. En el capítulo del cante, la cordobesa Rocío Luna (Premio Lámpara Minera del Cante, 2023) estuvo triunfal: alegrías, tarantas, seguiriyas y tangos. El tronío de la Niña de los Peines resonando en Rocío:

 

Por el perejil
fue mi niña a la plaza.
Por el perejil
me ha traído calabaza”.

 

El desgarro emergiendo en la seguiriya con solera: “Delante de mi madre no me digas ná…” Rocío Luna repitió el triunfo que tuvo hace unos meses  en el hermano Festival de la Guitarra, celebrado en este mismo lugar. Se despidió con esos tangos de arranque hagiográfico a la figura de José Monge Cruz: “Ay, de la Isla, camarones. Allí nació Camarón, el mejor de los mejores…” Y esos tangos culminan celebrando la estrella de Enrique Morente: “Porque es de noche, porque es de noche….”

 

La evocación de figuras añejas está en el tuétano de los cantes del gaditano Morenito Hijo, de la Línea de Concepción, hijo de Morenito de Illora. El duende de Manolo Caracol se mecía en su zambra. La soleá se abismó recordando a  Fernanda de Utrera. Las alegrías convocaron a la Perla. El pasado del arte flamenco tiene  tanta gloria que siempre es revisable.  Morenito estuvo intenso, a la altura del reto que traía en cartera.

 

La niña de la granaína no se manifestó al llegar el segundo cante de Gabriela Giménez, que venía con la sabia guitarra de su padre Antón Giménez. Rezaba así esa soleá:

 

“Si con comer de mis carnes
tuviera alivio mi pena
a la voz de un pregonero
mis carnes yo las vendiera”.

 

El flamenco de trasfondo gore también existe. Explicárselo a los niños chicos es un papelón. Cantó todo su repertorio Gabriela con un temple admirable. Su padre la sostenía con un cuidado exquisito.  La voz flamenquísima  de Gabriela, cálida y confortable, se metió por los rincones de la seguiriya, siguió con los cinco sentidos puestos en el mal de amores y se liberó de las angustias por bulerías. Tanto me gustó que me he metido en su canal de Youtube y ahí he descubierto para mi alborozo a Gabriela cantando en inglés por Alicia Keys: “If I Ain´t Got You”. Algunas personas necesitan tres docenas de rosas.

 

De Granada vino Tomás García con un maravilloso cargamento literario. Y por granaína comenzó con ese majestuoso “Soneto a Cristo crucificado”. Se publicó en 1628, en tiempos de nuestro Siglo de Oro, pero se desconoce el autor. Tal vez Santa Teresa o San Juan de la Cruz o alguien muy metido en sus místicas devociones:

“No me mueve, mi Dios, para quererte,

el Cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el Infierno tan temido,

para dejar por eso de ofenderte”.

 

A Espronceda le cogió Tomás “La canción del pirata” y la metió por guajiras. Para ese pirata y su himno ácrata me quito yo el sombrero. Unos versos fueron desembocando en otros. Desde el verde que te quiero verde de Lorca al Machado de haciendo camino al andar para perderse en las ansias de la muerte de Juan Ramón:

“Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.”

Los cuatro guitarristas de concierto coincidieron en ofrecer unos toques virtuosos, hacia adentro, lejos de los malabarismos velociraptores. No sabría con cuál de los cuatro quedarme. De Sevilla, Manuel Herrera hijo, delicado y trasparente. De Chipiona, Antonio González Reyes, por soleá rindió honores a su maestro Manolo Sanlúcar. De Cádiz, Víctor Franco, que en Sanlúcar encontró al otro fraternal maestro: Isidro Muñoz. Y  de Granada, El Poti, con el vuelo de su Bordón Minero. La guitarra flamenca actual es un mundo de una calidad soberbia. Plácidas o turbulentas, te metes en sus aguas, te pierdes allí, flotando de gusto y te olvidas hasta de la orilla.

 

Las bailaoras y bailaores, cuatro monumentos body and soul con tremendo arte y estilazo. El cordobés Manuel Giménez hasta bailó la debla en modo hidráulico y neumático. Lucía la Bronce, de Sevilla, baila con tanto temperamento y guapura que hasta se calzó unos cantes de trilla. Zaira Prudencio, Badajoz, abrió la puerta con los cantes de El Chaqueta. Entre sofisticado, poderoso y sexy, el baile de Zaira tiene un punto especialmente hipnótico. Y con Patricia Donn, de Granollers, llegó la fiebre de las castañuelas, las alegrías del violonchelo, la fiesta con volantes amarillos, la chaquetilla torera y los pantalones de Carmen Amaya, una juerga de la sudoración y la precisión. En el baile flamenco se cruzan las dimensiones sin necesidad de química supletoria. Cada entrada es un dinero en psicodelias que ahorras

 

Suma Flamenca Joven, Teatros del Canal, del 12 al 15 de septiembre.




 

 

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